Entro lentamente,
como si flotara sobre la arena
pero sin perder la mas mínima sensación del crujir bajo mis pies.
Me acerco al agua y ésta acaricia mi piel
cubriendo a cada oleada mas extensión de mi cuerpo.
De pronto me paro y dejo que mi peso se vaya hundiendo en lo mas hondo.
La arena va cubriendo mis pies y mientras,
la corriente va agitando mi cuerpo.
la corriente va agitando mi cuerpo.
Me siento como una alga danzando en el mar pero que a su vez se enraíza cada vez mas profundo en la tierra.
Me siento firme en ese fluir.
Reencuentros de la niñez. . .
YA a mitad de mi viaje y alfin piso el Tayrona, un magico pAraje donde las pAlmeras son la principal vegetacion del lugar. Es aquel Paisaje que tanto y tanto dibuje de niñA; esa palmera que se tendia sobre aquel manto azul donde dibujaba las olas. Hoy ya pasaron aÑos de dibujar aquello que mas tarde viviria.
El camino hasta el lugar fue costoso pero bien emocionante, me subi a una lancha que volaba sobre las olas, y en ese brusco baiben, volvi a ser niña recordando la sensacion del cosquilleo en el estomago en la bajada del barco pirata o del aladino ese maravilloso dia que tocaba juguetear en el Tibidabo. Divina sensacion donde por un momento te sostienes flotando en el aire para posteriormente vivir la fuerza de la gravedad. Que cosquilleo tan mágico
hoy recorde y revivi ser niña, una niña que llevo dentro y me acompaña de la mano de una mujer que va creciendo y aprendiendo de la vida
Parque Tayrona
LLevo horas tendida en la arena, apenas puedo moverme de un incomprensible cansancio fisico y porque la sombra de este árbol ocupa mi cuerpo y poco mas. Huyo de cualquier rayo del sol puesto que los picores de mi piel se hacen insoportables de la alergia que broto tras una masacre indiscriminada de insectos voladores.
Aqui resto tranquila, leyendo las apasionadas letras del libro que me acompaña y que a cada página me entran mas y mas ganas de coger un pincel y una brocha y ponerme a pintar. Pintaría el paisaje que se me presenta. Un pequeño chapotea feliz en la orilla, inmerso en un mundo que desde la mente adulta no nos permitimos comprender. Suaves olas espumean la arena donde Alba y yo en silencio reposamos. La bahía esta rodeada de verdes y sobre el mar, pintaría esos barquitos de humildes pescadores que se ganan su pan en alta mar. De fondo, como no, una banda sonora caribeña nos acompaña, junto a los hablares cantados de los lugareños.
y a cada poco pasa un moreno que nos pregunta. ¿niñas...como están? Y volvemos la vista a nuestras apasionantes lecturas
Taganga
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